La persona a la que más escuchamos a lo largo del día es a nosotros mismos. Lo hacemos a través de lo que llamamos autodiálogo.
El autodiálogo está compuesto por nuestros propios pensamientos en forma de discurso interno o comunicación con nosotros mismos.
Igual que la forma en la que hablamos a los demás puede ser amable y cariñosa, pero también, crítica y agresiva, el autodiálogo puede ser de diferentes tipos.
La Autocrítica
Cuando juzgamos nuestros errores y nos criticamos por ellos, a menudo utilizamos una comunicación dura con nosotros mismos, fijándonos en nuestras conductas erráticas y en todo lo que creemos que deberíamos haber hecho diferente. Ante algo que hemos hecho bien y algo que hemos hecho mal, a veces nos centramos en lo que hemos hecho mal y nos reprendemos duramente por ello, pasando por alto lo que sí hemos hecho bien.

Al igual que cuando criticamos a otra persona, estos mensajes dejan tras de sí una serie de sensaciones desagradables y sentimientos como la culpa, la vergüenza o la frustración. Si nuestro autodiálogo suele ser muy crítico o exigente, a largo plazo, tendrá en nosotros el mismo efecto que si alguien viniera a señalarnos con el dedo de forma agresiva al mínimo error. Tendrá consecuencias muy negativas en nuestra autoestima y en el concepto que tenemos de nosotros mismos.
¿Cómo suena el autodiálogo crítico?
“Siempre hago todo mal”. “Lo tenía que haber hecho mucho mejor”. “Ese logro no tiene mérito, cualquiera podría haberlo conseguido”. “Debería haber podido hacerlo yo sola, sin la ayuda de nadie”.
La Autocompasión
El autodiálogo compasivo es similar a la comunicación que solemos tener con las personas que más nos importan. Es cuidadoso y amable con nosotros mismos y, aunque seamos conscientes de nuestros errores y de que nos gustaría haber hecho cosas de forma distinta, nos habla de manera amable sobre todo esto.
No se trata de decirnos que hemos hecho algo bien cuando lo hemos hecho mal, sino que, aunque nos hubiera gustado hacer las cosas mejor, lo hemos hecho lo mejor que hemos podido dadas nuestras circunstancias, en el momento en que tuvieron lugar. Cualquier error nos sirve para identificar puntos débiles y para aprender a mejorar y avanzar. Pero, al igual que los niños aprenden mejor cuando les hablamos desde la calma y la comprensión, en vez de gritándoles y regañándoles, como adultos, las dinámicas de aprendizaje son las mismas, y merecemos igualmente amabilidad y cariño en los momentos delicados.
¿Cómo suena el autodiálogo compasivo?
“Me hubiera encantado hacerlo diferente, pero lo hice lo mejor que pude en ese momento”. “Es normal que sienta rabia por haber cometido ese error, era algo importante para mí. Pero todos somos humanos y podemos equivocarnos. ¿Qué necesito hacer ahora con todo esto?” “Cuando tomé esa decisión no tenía la información que tengo ahora. Me comprendo y entiendo que actuara así”. “Me he equivocado en esto, me siento triste por ello y me acompaño en mi tristeza”.
Y tú, ¿cómo crees que sueles hablarte a ti mismo? ¿Tiendes a la autocrítica o a la autocompasión?